Presentación de COMO LAS UVAS

¡Y llegó el gran día!

Estuve dando vueltas con eso, pensando en una fecha especial para dar a luz mi novela después de un larguísimo trabajo de parto: casi 20 años.

¿Cuál sería una fecha especial? ¿El día de mi cumpleaños? ¿El día de la mujer? ¿El día de la madre? ¿El día del cumpleaños de mi hija? ¿Tendría que consultar a un astrólogo para que me indicara la fecha precisa en que los astros estarían alineados para que la novela sea un éxito?

Y mientras pensaba en eso, la coach que hay en mí me cambió la mirada y comprendí que no importaba la fecha: lo que haría especial ese día, era justamente la presentación de la novela. A partir de ahí, ese día sería especial para mí. Como pasa con todo…

No naciste en un día especial: el día es especial porque vos naciste.

No te recibiste, o te casaste, o te ganaste la lotería, o nacieron tus hijos, tus nietos, en días especiales: son días especiales porque pasó eso en tu vida.

Así que hoy, 18 de enero de 2020, es el DÍA ESPECIAL en el que presento mi novela: Como las uvas.

Cerrá los ojos. Imagínate que estás en una sala llena de gente, en primera fila, que las sillas son comodísimas, y que en el escenario estoy yo, con un micrófono y hablando de la novela… ¿Ya lo tenés? ¡Vamos!

Te cuento. Como las uvas es una novela romántica, psicológica, realista, intimista, para conmoverse y para reírse, y con final feliz. Me encantan los finales felices. Entendida la felicidad como una construcción personal que nos permite disfrutar lo que tenemos, lo que hacemos y lo que somos.

El hilo conductor es el amor en todas sus formas: el amor pasión, el amor a los hijos, los amigos, los hermanos, los padres, el país, el amor a lo que uno hace. Y el libro es, de alguna manera, un tributo a todos esos amores que nos mantienen vivos, que nos sotienen. Y es para leerlo con el corazón, no con la cabeza.

La historia comienza en enero de 1997. La protagonista es Griselda, una mujer joven que vivió su adolescencia durante el proceso militar, y que sostiene durante dieciocho años una relación de pareja tormentosa, que va rememorando mientras el padre de su hijo agoniza en un hospital luego de sufrir un terrible accidente automovilístico. El crescendo dramático de los recuerdos va acompañando el empeoramiento de la salud del hombre amado, hasta que él muere. De ahí en más, ella tendrá que rearmar su vida, y sus vivencias se irán entretejiendo con lo que sucede en el país: el menemismo está en retirada, y ya se vislumbra lo que vendrá después.

El telón de fondo, entonces, es la realidad de Córdoba y de Argentina entre 1978 y principios del 2000, vista con los ojos de los personajes, vivida por ellos y analizada desde la perspectiva de cada uno. Griselda, su hermana Paula, doña Justina (una madre entre exasperante y desopilante) Mauricio, Gamal, Nico, Elena, Carolina y los demás podrían ser parte de cualquier familia de carne y hueso porque tienen los defectos y virtudes de la clase media argentina: mal informados por los diarios y la televisión, de a ratos superficiales, de a ratos profundos, con una ética que a veces deja bastante que desear,  pero siempre tirando para adelante y tratando de amoldarse a las circunstancias que les toca vivir.

La educación de los hijos, la soledad, la relación con los padres, los cambios sociales y políticos, cada vez más complejos, son algunos de los temas que afloran en las conversaciones y en los recuerdos enmarcando un relato que discurre entre el drama y la comedia, entre el desamor y la pasión, entre la subjetiva certeza del pensamiento y los conflictos con el propio espíritu, entre las ilusiones perdidas y la esperanza.

Hasta aquí, lo que te puedo anticipar.

No quiero olvidarme de hacer unos agradecimientos especiales:

A Julio Torres, mi Pigmalión y mi Torquemada: él fue quien me desafió a escribir una novela, espero que no se arrepienta. 

A Cristina Loza, por el empeño puesto en insuflarme un poco de su inagotable tenacidad para hacer crecer mi perfil bajo enano. ¡Gracias, amiga!

A Matilde Quaranta, mi hermana del corazón y mi ginecóloga de cabecera, por el asesoramiento profesional sobre temas médicos.

A María Teresa Graffigna, nieta del fundador de bodegas Graffigna, por conjugar las uvas de su infancia en San Juan con las de mi vida para regalarme una litografía manual que sería la portada del libro.

A Ricardo Bada, mi ciber amigo escritor que desde Alemania, y luego de soportar el martirio de leer la novela en la computadora, me envió una crítica que me levantó la autoestima por varios meses.

A los editores que años atrás rechazaron el original (y a los que en su momento aborrecí con todas mis fuerzas) porque gracias a ellos seguí trabajando en la novela y así conseguí, creo, que mis uvas estuvieran bien maduras. 

A mi hija, que se banca a esta madre que se convierte en zombie cuando escribe:  no escucha, no existe, deja quemar la comida…

Y a los hombres y mujeres de mi entorno, mi presente y mi pasado: la familia, los amigos, a los que impunemente les robé gestos, frases o actitudes para armar mis personajes: diviértanse conmigo cuando se reconozcan en algún detalle, y no olviden que todo lo que digan o hagan puede ser usado… en mis novelas.

Listo, ya está. Podés abrir lo ojos, la presentación terminó.

Acabo de parir a COMO LAS UVAS, y si la querés leer es tuya. La podés comprar desde acá mismo (abajo están los enlaces), y ni bien reciba la confirmación del pago te la envío por e-mail. Es un libro digital, para leer en la computadora, la Tablet, el Kindle o cualquier otro dispositivo para leer libros digitales.

Sábado 18 de enero de 2020.
Un día muy especial para mí, porque acabo de presentar mi novela.

¡Te deseo que vos también hagas que tus días sean especiales!

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