Eclipse de mar

Hace unos días, de repente me empezó a sonar adentro una canción que hacía mucho tiempo no escuchaba. Era solo el estribillo, que se repetía una y otra vez, como un mantra:

“Hoy amor, como siempre, en el diario no hablaban de ti, en la radio no hablaban de ti, en el diario no hablaban de ti… ni de mí…”

Esa noche la busqué en Youtube así, con esas palabras, porque no me acordaba del nombre, y la voz de Baglietto me caló hasta los huesos. Ya sé que la canta Sabina, también. Y Serrat. Pero Baglietto le da un toque de ternura y desamparo que me desarmó… Y aunque me desvelé y me di un empacho de Eclipse de mar, y de lágrimas, la canción me siguió arañando el alma y resonándome adentro, muy, muy adentro.

Tremenda poesía… ¿Por qué me había vuelto a la memoria justo ahora, después de tantos años? ¿Será que Piscis –me pregunté- tiene los planetas mal alineados, y eso sumado a la pandemia, las muertes, el invierno, la añoranza de abrazos, me ha puesto hipersensible? ¿Será que esta especie de alucinación musical es el primer síntoma de una futura demencia? ¿O será que la canción tiene algún mensaje escondido, algo que se relaciona conmigo y mis circunstancias?

“Hoy amor, como siempre, en el diario no hablaban de ti, en la radio no hablaban de ti, en el diario no hablaban de ti… ni de mí…”

Creo que tal vez me pegó tanto porque estoy intoxicada de “noticias”, de opiniones disfrazadas de verdades absolutas en boca de opinadores que se creen los dueños de la verdad absoluta, de señaladores de errores que ven la paja en el ojo ajeno y no ven la viga en el propio, de la guerra sucia mediática, twittera, instagramera, en que se ha convertido la política toda, oficialista y opositora, de los cantos de sirena o los gritos destemplados de los que remueven el río porque a río revuelto, ganancia de pescadores, como dice el refrán…  

Sí, me pegó tanto por esas razones, tal vez. Pero sobre todo porque -como sigue cantando Baglietto adentro de mi cabeza-, los diarios, la radio, no hablan de nosotros. Ni de vos, ni de mí. No hablan de lo que nos pasa, de lo que sentimos, de nuestras alegrías y tristezas, de nuestros amores y desencuentros, de nuestros sueños, de nuestros fracasos y logros. No hablan de nuestros miedos, angustias, esperanzas. De lo que apostamos, lo que ganamos o lo que perdemos a lo largo del día. Me refiero a lo personal, lo que cada uno de nosotros siente, piensa y cree en lo más íntimo de su ser. No hablan de eso los diarios.

Y lo que es peor, nosotros tampoco hablamos de nosotros… porque estamos ocupados hablando de lo que dicen los diarios, la radio, la tele. Enredados en lo que dicen los medios. Contaminados por lo que dicen, por un exceso de “información” que nos mal informa de lo que pasa afuera y no nos informa de lo esencial: lo que vos, y yo, sentimos en la piel y en el alma. Y lo que nos pasa con lo que sentimos, y lo que hacemos con eso. Con nuestros eclipses de mar. Que son bravos, a veces… Que nos dejan a oscuras, indefensos, desnudos.  

Nada dice el diario, por ejemplo, de lo que siento ahora escuchando ladrar los perros afuera, en una noche fría pero con una luna llena espectacular de este comienzo de primavera del 2021, mientras mis dedos cansados maltratan el teclado en el intento de entenderme, de acomodar las ideas poniéndolas frente a mí, en la pantalla, palabra por palabra, para poder verlas mejor.

Nada dice el diario, tampoco, de esta tristeza mansa que va y viene a veces sin que se me ocurra hacer nada para que se quede o se vaya, porque sé que debe ser así, que por algo llega y se irá cuando tenga que irse. No es una tristeza agobiante, ni desgarradora. Y más que tristeza, tal vez sea nostalgia…

Pienso en mis seres queridos, mis amigos, que están en sus casas sintiendo y haciendo cosas de las que el diario no hablará, y yo no me voy a enterar nunca. Y pienso en cómo, a veces, lo poco que nos separa (una opinión distinta, una manera diferente de observar y percibir la realidad) termina minando, corrompiendo, lo mucho que nos une o que tenemos en común.  

Por eso quiero hablar de vos, y de mí. No quiero seguir hablando de lo que me quieren hacer hablar los medios. Quiero hablar de vos, y de mí.

¿Podremos? ¿Podremos abstraernos de lo que dicen los diarios, la radio, la tele, y hablar de nosotros?

Tal vez al principio no sea fácil… Son años de hablar de cualquier cosa, de quejarnos del clima, del gobierno de turno, de repetir como loros las últimas noticias y los últimos chismes de la farándula. Años de mirar lo que nos quieren mostrar, en lugar de ver lo que necesitamos ver y decir lo que necesitamos decir para que el otro lo sepa. Son años, es una costumbre que ya está instalada y lo hacemos en piloto automático.  

Pero si seguimos así, corremos el riesgo de llegar a vernos como extraños y lo que es peor, como rivales o enemigos. Y eso nos haría mucho daño porque va contra nuestra naturaleza humana, esa que nos lleva a juntarnos alrededor del fuego, a cobijarnos en el otro, a compartir penas y alegrías. Va en contra de lo mejor que tenemos como especie, que es ser solidarios y compasivos, empáticos.

Sé que, de todas formas, los diarios y la radio no hablarán de vos y de mí, salvo que asaltemos un banco, nos atropelle un auto, nos ganemos la lotería o hagamos algo grande, o trasgresor, o peligroso, que sirva para entretener por un rato a los lectores y oyentes. La cuestión no pasa por ahí. Pasa por lo que nosotros hablamos… Y porque quisiera, con todo mi corazón, que cuando conversemos hablemos de nosotros. De vos, y de mí. No de lo que dicen los diarios.

De vos, y de mí. De adentro hacia afuera.

Y si las palabras al principio no salen, hablarán los ojos, las manos, tal vez un abrazo. Y el silencio. Y será un encuentro profundo y auténtico, aunque no digamos nada.

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